Naparbier - IV Beer Riders & Enrique Morente - Omega
El soporte de auriculares también se llama Omega. |
El Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick es
probablemente el mejor disco del panorama estatal que se facturó en la pasada década. Una genialidad de principio a fin. Morente, elrara avis del flamenco se junta aquí con Lagartija Nick para
realizar un tremendo álbum donde el rock sinfónico y el flamenco se fusionan
como nunca antes se había hecho. A su vez, el disco sirve para rendir homenaje a
Federico García Lorca y al cantautor canadiense Leonard Cohen que tantas veces ha cantado al poeta.
Mientras empiezan a sonar los sonidos espectrales de Omega
(Poema Para los Muertos), el primer corte que da título al disco, comienzo a
servir esta cerveza. La IV Beer Riders, una American Pale Ale hecha en Naparbier
(Noáin, Nafarroa) con la colaboración de tres grandes del panorama cervecero
nacional. Manolo Baltasar del Frieburg (Hospitalet), Sven Bosch del Drunk Monk
(Mataró) y Tibor Domenech del Animal (Madrid).
Es una cerveza que se sirve con una espuma abundante pero
que rápidamente se va retirando hasta quedar en una fina capa de medio centímetro.
Se ve más o menos transparente y con un color ambarino precioso.
En nariz, y en sintonía con la canción, denoto que algunos
de los aromas que aparecían con contundencia en esta cerveza, cuando la probé
de barril en su estreno, han desaparecido. En lugar del potente aroma del
Mosaic, restan algunos aromas cítricos, pero los que más destacan son los
herbáceos.
Mi pesar se ve reforzado cuando Morente empieza a entonar
los versos del poema “Cuna y panorama de los insectos (poema de amor)” de
Federico. El intenso sentimiento que se desprende se mezcla con la
instrumentación y los samplers fantasmagóricos, logrando un ambiente que no
puede entristecer-se más. Cuando la
lagrimita está a punto de aparecer, la banda aporta un subidón que te hace
creer que no todo está perdido.
Le doy el primer trago a la IV Beer
Riders y compruebo que sigue siendo una
buena cerveza, las maltas le aportan un cuerpo más que suficiente para el
estilo y unas notas acarameladas muy agradables. Sigo percibiendo que parte de
la potencia del lúpulo que le recordaba ya no aparece. Pero en conjunción con
las maltas el sabor de la cerveza es muy bueno aunque recordando quizás más a
estilos británicos que americanos.
Y acabado Omega, el temazo estremecedor, empieza otro tema
que no tiene desperdicio. Ahora versionan la adaptación que Cohen hizo del
“Pequeño vals vienés” de Lorca. Take this walz vuelve al idioma castellano.
Acordeón, caja flamenca, coros femeninos,… Parece que si Federico hubiera
imaginado la canción, le habría sonado tal que así.
Ahora le toca a Morente lucirse con la adaptación de un
fragmento de la obra teatral El Público, también de Lorca. Solo del pastor Bobo
como decía le sirve a Enrique para darlo todo de su cante flamenco, pero como
no podría ser de otra manera junto a un genial palmeo y cajón aparecen las
guitarras de El Paquete y Juan Antonio Salazar, imprescindibles.
El cuarto corte es una versión del First We Take Manhattan
de Leonard Cohen. Esta versión, además
de traducida al castellano, introduce palmeos, arreglos de guitarra y coros
flamencos. Y la colaboración de la hija
de Enrique, la grande Estrella Morente.
Y el paso del rato, a diferencia del tiempo de embotellado,
no le sienta nada mal a esta cerveza. Ahora que se ha calentado un poco se hace
más evidente los cítricos y resinosos del Cascade, en nariz.
En un disco de homenaje a Lorca no puede faltar La Aurora de
Nueva York. Y esta sentida adaptación realmente pone los pelos de punta.
Morente gime ("por la inmensa escalera") y dibuja con su voz la "angustia de los
sudores sin fruto". La guitarra de Vicente Amigo sostiene el carácter de este
tema dándole la intensidad que merece.
Un gran disco que rompió los límites del flamenco, junto con una cerveza llegada de la mano de algunos de los más grandes del panorama cervecero estatal.
El sexto tema es otra versión de Cohen. Priest (Sacerdotes) cuenta con las guitarras virtuosas de Tomatito y Montoyita. Morente se relaja
por momentos, pero sin dejar de transmitir la fuerza que le caracterizaba. El último
minuto de tema es para los coros, en los que vuelve a participar Estrella y un
cajón que suena casi rumbero que le da el ánimo que al tema le había venido
faltando.
El séptimo tema deja atrás el flamenco tan evidente en los
anteriores temas para dejar paso a soplos de guitarra eléctrica muy distorsionada,
palmas incesantes y percusiones tribales. Morente a su vez canta en un sotovocce ahogado que pone en situación
con el tema, Niña ahogada en el pozo.
Adán, el octavo corte, es un lamento flamenco que reza los
versos de Lorca acompañado exclusivamente de la guitarra de Isidro Muñoz.
Sentimiento puro.
Vuelta de Paseo empieza con la guitarra de Cañizares y el
lamento de Morente. Pero cuando parece que el tema invita a la somnolencia
entran los Lagartija Nick con potencia invitando a Morente a alzar la voz. Rock
y flamenco no pueden combinarse mejor.
En el décimo corte del disco, Vals en las ramas, los
Lagartija Nick vuelven a retirarse y regresa el sonido puramente flamenco. La guitarra a cargo de Isidro Muñoz raspa y
puntea por encima de un Morente que reza más que canta. Mientras la percusión
de Tino di Geraldo se vuelve fundamental. No es el mejor tema del disco.
Y si Enrique está dispuesto a rezar como podría faltar la
versión del Hallelujah de Cohen. En este
tema se vuelve a incorporar la banda pero sin tomar todo el protagonismo. El
cajón de di Geraldo y los arreglos de Amigo también están presentes poniendo la
puntilla. Y tampoco es de Enrique, pues parece recitar más que cantar. En este
tema, como no podría ser de otra manera, quien destaca es el coro. Eso si
Morente les da el primer Aleluya con un aullido estremecedor.
Entramos pues en la
recta final, con la IV Beer Riders ya terminada y con un regusto mejor del que
la primera sensación me había producido.
Empieza a sonar Norma y paraíso de los negros. Los coros en
los que predominan las voces masculinas casi no dejan sitio a que Morente se
luzca. La guitarra a ratos sincopada a ratos con punteos sublimes de Isidro
Muñoz suena mientras Di Geraldo acompaña con una contundente pero calmada
percusión. Tampoco es el tema más destacable.
Y para acabar otra obra de arte. Ciudad sin sueño (Nocturno
de Brooklyn Bridge) junta en un tema todo lo que se ha podido escuchar en el
disco (excepto la huella de Cohen) llevándolo al extremo. Una batería contundente,
palmas que ametrallan, coros casi espectrales, los gemidos sin igual de Morente
y un poema de Lorca tan contundente como la música que lo ensalza.
Hasta aquí el maridaje BirroMusical de un gran disco que
rompió los límites del flamenco, junto con una cerveza que de mano de algunos
de los más grandes del panorama cervecero estatal demuestra que colaborando se puede llegar
más lejos que yendo cada uno a la suya.
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